Posiblemente Colón desconociera que había descubierto el tabaco a la vez que América


Fueron necesarios cien años para que el tabaco circulara en algunos puertos españoles como Sevilla, Cádiz, Moguer y Cartagena.
El resto de Europa no tardaría en conocer las excelencias de la nueva planta de tabaco.
Hablar de tabaco, y por ende, hablar del cigarro puro, es hablar de historia. Se desconoce la fecha exacta en que comenzó a cultivarse la planta, ciertas investigaciones estiman que la entrada de la Nicotiana Tabacum en Cuba tiene lugar a través de los Aravacas y lo datan entre el dos mil y tres mil años antes de Cristo.
No obstante, este cultivo para Europa fue desconocido hasta que en el año 1492 Cristóbal Colón descubrió el puro, al mismo tiempo que el Nuevo Mundo. Cuando desembarcaron en Cuba lo primero que vieron fue a un gran número de indios; hombres y mujeres, que sostenían un pequeño tizón encendido en la mano para prender fuego a unas hierbas, con las cuales se ahumaban según su costumbre.
Cuando el tabaco fue descubierto por dos marinos españoles que, cumpliendo ordenes de Colón, exploraban el interior de la isla de Cuba, hacía ya un mes que la Pinta, la Niña y la Santa María habían tocado tierra. Fueron las playas de San Salvador el escenario del gran hallazgo del tabaco. Cuando los dos marinos llegaron a la orilla, los nativos les recibieron con frutas, jabalinas de madera y ciertas "hojas secas que desprendían una peculiar fragancia".
Fue uno de estos dos marinos, Rodrigo de Jerez, quien a su vuelta a España no dudó en introducir la costumbre de fumar tabaco, por lo que tuvo que pagar un alto precio: la Inquisición lo encarceló por practicar algo pecaminoso e infernal.
Sin embargo, el hábito se puso de moda y en el siglo XVI el fumar había sido adquirido por todo tipo de clases sociales, distinguiendo la pipa entre las más elevadas y el rollo de hojas como precursor del cigarro puro, entre las más populares. Al principio, fueron los frailes en las huertas cerradas de sus conventos los más entusiastas plantadores de tabaco, quienes lo utilizaban con fines ornamentales y medicinales. Así, el hecho de que el tabaco se cultivara preferentemente en estos lugares cerrados, llevó más tarde a dar el nombre de estancos a los comercios donde debía venderse.
En este paseo por la historia no hay que olvidar dos curiosas anécdotas que sin duda contribuyeron a la expansión del tabaco y que tuvieron lugar en Francia e Inglaterra. La primera de ellas tiene por protagonista al embajador francés Jean Nicot, cuya buena acción puso de moda el fumar. La Reina Catalina de Médicis, quien sufría fuertes jaquecas, hizo caso al ilustre cuando le recomendó que lo tomara aspirándolo por la nariz. Los dolores desaparecieron y el rumor hizo que el tabaco, como remedio curativo, se extendiera por toda Francia y el resto de Europa. Cuando el botánico sueco Linneo publicó su Species Plantorum, no dudó en elegir el nombre Nicotiana Tabacum en homenaje al embajador.
La segunda anécdota llega de la mano de los primeros navegantes ingleses, que bajo las ordenes de Sir Walter Raleigh, exploraron las costas orientales de Norteamérica. Su descubrimiento fue el estado de Virginia, que dio nombre al tipo de tabaco allí cultivado, y el cual no tardó en introducirse en la Inglaterra de la reina Isabel I. Años después, el tabaco se convirtió en la base económica de las colonias inglesas de la metrópoli. Y así es como los grandes viajes marítimos de los siglos XVI, XVII y XVIII alrededor del mundo contribuyeron a llevar el tabaco y el hábito de fumarlo hasta las costas de Asia, África y Oceanía.
Su culminación tuvo por protagonista al siglo XIX, en plena efervescencia del movimiento romántico. A partir de ahí, el tabaco no tardó en convertirse en el más revolucionario de los fenómenos sociales.
Rodrigo de Jerez, uno de los marinos que acompañó al Almirante Colón en su primer viaje a América y quien introdujo el hábito de fumar en España y en muchos otros países, relató lo que más tarde se consagraría como el gran hallazgo del tabaco.
"Hallaron los dos cristianos por el camino mucha gente que atravesaba a sus pueblos, mugeres y hombres, con un tizón en la mano, (y) yervas para tomar sus sahumerios que acostumbravan. No hallaron poblaçión por el camino de más de çinco casas, y todos les hazían el mismo acatamiento. Vieron muchas maneras de árboles, yervas y flores odoríferas. La tierra muy fértil y muy labrada de aquellos mames y faxoes y hadas muy diversas de las nuestras, eso mismo panizo y mucha cantidad de algodón cogido y filado y obrado; y que en una sola casa avían visto más de quinientas arrovas y que se pudiera aver allí cada año cuatro mill quintales.
Dize el Almirante que le pareçia que no lo sembravan y que da fruto todo el año; es muy fino, tiene el capillo grande. Todo lo que aquella gente tenía diz que dava por muy vil preçio y que una gran espuerta de algodón dava por cabo de agujeta o otra cosa que le dé. Son gente, dize el Almirante, muy sin mal ni de guerra, desnudos todos, hombres y mugeres, como sus madres los parió. Verdad es que las mugeres traen una cosa de algodón solamente, tan grande que le cobija su natura y no más. Y son ellas de muy buen acatamiento ni muy negro (s) salvo menos que canarias".