La comida étnica es una de los pocos segmentos de alimentación que, en un contexto general de contención del consumo, ha seguido manteniendo cifras de crecimiento. El interés por probar sabores diferentes, la búsqueda de nuevas experiencias, la comodidad de consumir platos ya preparados o fáciles de elaborar y el traslado de los momentos de ocio de los restaurantes a los hogares son algunas de las razonas que explican su proyección. Mientras que la comida mexicana parece haber alcanzado cierta madurez, consiguiendo incluso incorporarse -sobre todo en el caso de las tortillas de maíz y trigo- a nuestra dieta habitual, son los platos asiáticos los que están experimentando mayores crecimientos, tanto en volumen como en valor, al tiempo que acumulan un amplio número de lanzamientos. Especial mención merece el sushi, que, aunque con volumenes de comercialización aún muy modestos dentro del libreservicio, protagonizó durante el pasado año incrementos superiores al 100%. Ya fuera de la comida asiática y la mexicana, encontramos un grupo de productos étnicos cuyo uso no está tan extendido, pero que también tratan de hacerse un hueco entre las preferencias del consumidor español. Hablamos fundamentalmente de platos de origen árabe, como el cous-cous, el humus y, sobre todo, los kebabs. Este último producto ha experimentado importantes crecimientos durante los últimos años en el sector horeca y busca ahora posicionarse también en los lineales de la gran distribución, como alternativa a los bocadillos y sandwiches tradicionales.