La idea de las cenas pop-up nació hace algunos años en Londres y Nueva York, como fusión de la esencia underground del East End y la escena alternativa de la ciudad de los rascacielos. Son fugaces porque sus peculiares ubicaciones van cambiando. Cada cena es diferente y tiene lugar en un espacio distinto. La clave es que nunca sea un restaurante. Un jardín secreto, un almacén abandonado o un rincón oculto en una estación de metro son escenarios perfectos para una cena pop-up. En algunas de ellas, el menú o incluso la localización es secreto hasta el último momento para aportar un toque de intriga a la velada.El portugués Nuno Medes, ex pupilo de Ferrán Adriá, fue de los primeros en poner en marcha este tipo de proyectos con su The Loft Project. Convocaba cenas en la terraza o en el salón de su ático, a las que invitaba a un joven talento de la cocina cada mes. Tuvo tanto éxito que la idea se trasladó a otras ciudades ávidas de tendencias como Berlín, Múnich o Melbourne. Y desde allí a Cannes o a Río de Janeiro. En España, los restaurantes efímeros viven su época dorada. Como era de esperar, la capital catalana lleva la delantera. En Barcelona We Pop fueron los primeros con una reunión en un salón de belleza del Paseo de Gracia. A partir de entonces para cada velada cuelgan el cartel de no hay entradas. The Supper Club, la aventura culinaria de una chilena y una californiana, expertas en recetas tradicionales a base de productos locales, les sigue de cerca. Lista de espera suele tener también Titanic Pop Up, una romántica cena de gala que cada San Valentín contagia a la Ciudad Condal con la atmósfera del famoso barco antes de la tragedia. Dos noches, dos cenas, a las que se debe acudir con una vestimenta acorde a los tiempos y olvidarse del móvil y la cámara durante unas horas. En Madrid, además de WeLove, otros proyectos como Menudavida Organic Food, La Cocina Clandestina o Banquete Pop Up proponen este tipo de hazañas culinarias. El primero, especialista en organizar cenas improvisadas en los escenarios más inverosímiles de la capital (la próxima cita será el 17 de octubre). El segundo, fusión peruano-japonesa en una casa particular, una vez al mes. Y la tercera, una experiencia secreta y con aforo limitado que cuenta con un chef de postín en cada ocasión.